El lamento de Dor-lómin

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besos…

besos

Los besos dados

La memoria de un hombre está en sus besos,
pero nunca es verdad memoria extinta.
Contar la vida por los besos dados
no es alegre. Pero más triste es darlos sin memoria.
Por lo que un hombre hizo cuenta el tiempo.
Hacer es vivir más, o haber vivido,
o ir a vivir. Quien muere vive, y dura.
Así callado, aún mis labios en los tuyos,
te respiro. O sueño en vida o hay vida.
La sospechada vida está en el beso
que vive a solas. Sin nosotros, luce.
Somos su sombra. Porque él es cuerpo cuando
ya no estamos

Vicente Aleixandre

 


sigilos…

sigilos

XXII Me vienes con las manos germinadas…

Me vienes con las manos germinadas
y pétalos de amor entre los dedos,
sin nombre y sin ayer, con la sonrisa
nevada entre los labios de verano.
Me vienes de la luz y traes contigo
el mosto de la piel y frescas uvas
que al mueso de tu carne se revientan.
Hay agua de jazmín en tu saliva
y cielo en el olvido de tus ojos.
Tú llegas hacia mí, pisando nubes,
borrando la memoria con los brazos,
luchando como ángel con la muerte
que observa sigilosa tras los vidrios.
No queda soledad en los visillos
ni oscuros alfileres de ceniza
que puedan destrozar la primavera.
Miremos más allá de los espejos,
al cielo de alas blancas y espumosas
que hay sobre las olas de los puertos.

Juan José Vélez Otero
De «Panorama desde el ático»

 


máscaras…

mascaras

 

Defectuosa formación del plural

                                          Disfraz, persona unitiva
                                                                        Lezama Lima

Cuántos días baldíos
haciéndome pasar por lo que soy.

Máscara sin memoria, líbrame
de parecerme a aquel que me suplanta.

Uno solo será mi semejante

José Manuel Caballero Bonald

 


aguas…

aguas

 

Cómo se abría el cuerpo del amor herido…

Cómo se abría el cuerpo del amor herido
como si fuera un pájaro de fuego
que entre las manos ciegas se incendiara.

No supe el límite.

Las aguas
podían descender de tu cintura
hasta el terrible borde de la sed,
las aguas.

José Ángel Valente
De «Material memoria»

 


distancias…

distancias

Espera

Y tú me dices
que tienes los pechos vencidos de esperarme,
que te duelen los ojos de tenerlos vacíos de mi cuerpo,
que has perdido hasta el tacto de tus manos
de palpar esta ausencia por el aire,
que olvidas el tamaño caliente de mi boca.

Y tú me lo dices que sabes
que me hice sangre en las palabras de repetir tu nombre,
de golpear mis labios con la sed de tenerte,
de darle a mi memoria, registrándola a ciegas,
una nueva manera de rescatarte en besos
desde la ausencia en la que tú me gritas
que me estás esperando.

Y tú me lo dices que estás tan hecha
a este deshabitado ocio de mi carne
que apenas sí tu sombra se delata,
que apenas sí eres cierta
en esta oscuridad que la distancia pone
entre tu cuerpo y el mío.

José Manuel Caballero Bonald

 


epístolas…

epistolasCarta

Mi amada
estará pensando en mí:
¡la una de la madrugada!

¿El amor empieza así,
cada uno solo en su lecho,
sin dormir,
y deseando recibir
otro balazo en el pecho?

El camino
clandestino
con rumor de sabia nueva
y tierra sin pisar, ¿ lleva
a buen fin, a buen destino?
¿O es otra vez el ciclón
que empieza con un suspiro
y que acabará de un tiro
partiéndome el corazón?

No lo sé.
Me temo quo lo sabré
cuando estén llenos de azufre
los silos de la memoria:
¿Sólo comprende el que sufre?
¿Sólo el dolor tiene historia?
¿O quizás, y todavía,
será posible inventar
la historia de la alegría?

¡Preguntar y preguntar,
desvelado,
con azufre en el pasado
y fracturas y despojos
en donde ponga los ojos!

Sin embargo, ¡ah, sin embargo,
don Antonio!,
por entre un saber amargo
aguardo como un demonio
que una mujer, desvelada
por un secreto y un hombre,

ponga mi nombre en su almohada
y al fin se duerma dichosa
con una mano olvidada
orilla a su oscura rosa.

¿No escarmienta la ilusión?
¡La una de la madrugada
y el tictac del corazón
avanzado, sin dormir
y afanoso,
por el tiempo misterioso
que aún falta para morir!

Félix Grande


… muérdeme…

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Tan quieta y trémula como una manzana
tan roja como un beso de sangre
como un mordisco imposible
un lametazo de fuego
o una caricia distraída
cuando la piel ya arde ruborizada…

… muérdeme, mi Dueño…

Pícara pero dulce
fresca pero en brasas
contoneando la brillante manzana
que grita pecado inocente
desde la cintura
hasta las ancas…

… mastícame, mi Dueño…

… hasta tatuarte a tí mismo
en esta carne,
que ya no es mi carne,
sino tuya,
para ser consumida,
hasta los huesos…

Y demos la vuelta a la Historia
cambiemos de nombres
a los que la escriben,
hagamos del verbo
memoria…

Gatita de Mitxel, 19 de febrero, 2015


películas…

Gloria GrahameSesión continua

Volveremos al Roxy y al Astoria,
a los ingenuos nombres del pasado.
En la sesión vermuth está atrapado
el final -no lo cuentes- de mi historia.

Hoy estrena recuerdos la memoria.
De cine es y será cómo te he amado.
Por el deseo estoy encañonado
junto a ti. No tenía escapatoria.

No tenía razón estar a oscuras,
estar luchando nuestras calenturas
en una fría y desigual batalla.

Sinceros de tan puros insinceros,
pues éramos los labios verdaderos
del beso que tapaba la pantalla.

Javier de Bengoechea

 


Ocho ricas patitas y el regalo de la memoria

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Pulpeira. El destino… y Tus dedos…

Vestidos de domingo, guapos, frescos, alpinistas de cuestas y exploradores del antiguo barrio.
Te desvestías de recuerdos y anécdotas mientras trepábamos de un Ourense a otro.
Y al llegar, la espera, todos ojos y sonrisas.
Probar desde tus manos el rico manjar sabroso. Otra primera vez inesperada.
Y sonrío. Poco sabíamos ambos que más antes que después desarrollaría una pasión duradera por las ricas ventosas carmesíes.

Y río abiertamente cuando esto me recuerda mi escándalo adolescente al ver Urotsukidoji, en el calor de mis orejas y la sequedad de mis ojos. No podía ni pestañear… Años después vi por primera vez El sueño de la esposa del pescador y recordé aquel instante…
Aquel soleado mediodía orensano, convergían los recuerdos tamizados por tu sombra protegiendo mi piel blanca de umbrías. Y tu mano permanecía firme y dispuesta con aquella pequeña muestra de paraíso entre los dedos.

Van mis pies solos recorriendo las calles de tus huellas, persiguiendo esa memoria y sus sabores.
Volveremos a perseguir a la pulpeira para llevarnos sus regalos bañados en buen caldo salado y sabroso a nuestra mesa…
Y yo me arrodillaré y esperaré de tus dedos el sabor celestial de nuevo, en un aniversario tentacular… ah, mi Dueño… tú tan rico… ❤

Gatita de Mitxel, 1 de febrero de 2015


Umbría

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“Una casa que vivía a oscuras, y un golpe de viento que abre de pronto todas las ventanas. Eso fuiste tú”
La Dama del Alba. Alejandro Casona

Andaba yo supina, en duermevela, ajena y sin embargo lúcida.
Mi carne estaba enlazada en un abrazo irrompible y sin embargo tierno.
Y la sombra era luz tamizada que resbalaba despacio buscando ser día.
No era mañana, aún alentaba el silencio de noche entre sábanas cálidas.

Andaba yo acunada, envuelta, enlazada, protegida.
Como si cada noche de cada día hubiera hecho ese hueco que ahora ocupaba.
Amanecer sabiéndome en casa.
Tanta alegría haciendo de golpe nudos en la garganta.

Nuestra primera mañana…

Y sentir los pulsos tañendo en los dedos
corriendo en rápidos vertidos de caricias
sin prisa
sin pausa
como un susurro que aquieta
y retumba
Modelando mi alma.
De dentro a fuera.

Desnaciéndome umbrales
de umbría madrugada
que moldeó a la pequeña gata
rompiendo sus moldes.

Así, en sonoro silencio,
esa primera mañana de mi vida
Tu vida
Yo que ya no era mía
Vaciada
para llenarme de ti…

Memoria viva. Ya siempre memoria viva.

Gracias… un año después otra vez gracias…


Gatita de Mitxel, 29 de enero de 2015


sucesos…

sucesosAlgo va a suceder

La muerte es como el sueño,
parecida a ti:
no puede ser pensada.
Abro los ojos y amanece el día.
No hay obsesión impune, ni fantasmas
que la luz no devore
sin más imperio que su voluntad,
ni otro poder que el sol que nos despoja.
Cómo olvidar que fuimos lo innombrado,
lo que negaba oscuridad a un mundo
hecho, como tú y yo, de sueños rotos.
No, no duermas. El pájaro del alba
dice que ayer no existe. No hay memoria,
ni significa nada. Sólo, mira
esta pasión que nos acoge, que
ha estallado, de pronto, insobornable,
como las ganas de vivir.

Jenaro Talens
«La mirada extranjera» 1984-1985

 


Mientras amaneces

Ako Kondo and Cristiano Martino in Bodytorque_ Photography Paul Scala

 

La desacostumbrada mirada se desnuda

Y no ve.

Recuerda.

Es de día y no importa.

El espejo guarda la memoria…

Luces sosegadas de un amanecer que no acaba de llegar
retenido por un deseo callado que sabe de silencios.
Los embozos son tus brazos que se arquean,
apretando mi sueño aún de párpados pesados.

Y se me enroscan dentro las sonrisas,
el sabor de tu nombre atrapado entre los dientes
y un calor en el vientre
que comienza en tu piel contra la mía
y acaba en un aliento contenido ya despierto.

Soy de arcilla roja y humeante
que recupera sus curvas y arañazos,
dando a tu vigilia de nuevo mi carne
moldeada entre tus dedos.

Y me arrancas la voz del ronco abismo
donde los dientes ya no aprietan
con mordiscos maullados
temblorosos
que aúllan una vez más en el reflejo
que soy tuya.

Esculpiendo,
Hacedor,
cada rincón de mi alma
con el barro de tu carne,
ya el no hueco vacío en mis entrañas.

Y drenas la voz,
el fuego
y el sueño
de un despertar que me rehace
exactamente tal y como tú deseas…

Porque mi cuerpo ya no es mío
me lo entregas con tu piel
en el reflejo de la memoria
cada mañana.

Esa otra que sonríe en la penumbra
se ha grabado combada
en tu mirada
y yace sumergida en la jaula de tus vanos…

Una vez más resucitada.

Gracias, mi Dueño… Gracias

 

Gatita de Mitxel, 25 de septiembre de 2014

Imagen: Ako Kondo and Cristiano Martino in Bodytorque.  Photography: Paul Scala


Nuestro

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Como el agua lava la arena, así me limpiaste de ignorancias.
Poco a poco, con paciencia, con firmeza, con toda intención.
Capa a capa de espuma retirando los velos en mí misma.

En su lugar, las huellas de tus manos
dejan rastros de nudos deshechos,

de lazadas inconexas con un nuevo dibujo,

de huecos rellenos con nuevas palabras

sobre viejas palabras rotas,

ahora sanas,
ahora limpias.

Suave y lento me llevaste a un nuevo lugar.
Donde no hay mundo ni resuello

Donde no hay otros, no hay pasado ni futuro.
Me llevaste a un lugar dentro muy dentro.
Atada por tus letras, por ti mismo

me demostraste lo que era tu Dominio.

Sólo un poco, apenas un eco, al principio.
Un firme sonido empuñando mis sentidos después.

Y yo, en ese lugar donde sólo cabíamos ambos, me entregué.

No es cuestión de rendirse.
No es cuestión de ser forzado.
No es curiosidad ni juego.

Es sencillamente algo tan correcto

Tan correcto
Que es la única elección.
La elección más natural.

En ese espacio sólo nuestro,

el que arrebata y sostiene mis sentidos,

sólo hay honesta sinceridad.
Me desnudas de mi misma.
Me vacías por completo.
Y me muestras algo que nunca había visto.

Tan bella en ti.
Tan digna de ser amada.
Tan digna de amarte yo.

Un instante de ceguera,
de un temblor emocionado.
De la piel viva entera.
De deseo desatado.
Liberado, ofrecido, entregado.

La tartamudez de los dedos,
Tu nombre cosido, amordazado,
estrangulado,
Tan sentido…

Mi primer Mi Amo

Tu primer regalo,

a fuego en mi memoria,
ese espacio nuestro,
mi entrega, tu aceptación.
Fue, yo misma.
Me diste a mí misma

Y yo me di a ti.

Gracias, mi Dueño amado.

To hontoni honto Aishiteru…

Gatita de Mitxel 5 de mayo 2014


tactos…

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Quiero

Quiero vivir los nombres
Que el incendio del mundo ha dado
Al cuerpo que los mortales se disputan:
Roca, joya del ser, memoria, fasto.
Quiero tocar las palabras
Con que en vano intenté hurtarte
Al duelo de cada día,
Estela donde habitaban los dioses,
Hoy lisa, espacio para el gesto imposible
Que en el mármol fije el alma que nos falta.
No quiero morir sin antes
Haberte impuesto como una ciudad entre los hombres,
Quiero que seas ante la muerte
El único poema que se escriba en la tierra.

Jorge Gaitán Durán

 


olvidos…

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Donde habite el olvido

Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.

Luis Cernuda


besos…

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Una mujer y un hombre llevados por la vida…

Una mujer y un hombre llevados por la vida,
una mujer y un hombre cara a cara
habitan en la noche, desbordan por sus manos,
se oyen subir libres en la sombra,
sus cabezas descansan en una bella infancia
que ellos crearon juntos, plena de sol, de luz,
una mujer y un hombre atados por sus labios
llenan la noche lenta con toda su memoria,
una mujer y un hombre más bellos en el otro
ocupan su lugar en la tierra.

Juan Gelman

 


1968-1991 Por ti voy vestida con embozos de grandes sábanas…

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La mano se hunde bajo su propio peso
en la oscuridad del reflejo roto,
vibrado,
ya perdido.
Y en la memoria del parpadeo queda el eco
de una almohada de pelo negro:
bruñido escudo de pensamientos fugitivos.

Yo te besaba en la palma hueca
y mis besos carecían de labios.

El agua se vuelve grito
cuando la caricia sobrevuela disoluciones
y los posos alquitranados componen,
descompuestos,
trozos de rasgos ya olvidados.
Detrás de la mano queda
la huella de viejas intenciones.
Sabores que sólo conocen los caminos de la vigilia.

Como una hoja caduca te he perdido el rastro.
Estás tan oculto entre las tapas de los libros…

Aquella señal dolida de tus titubeos me emociona:
una simple lazada en la zancadilla de la inconsciencia.
La cresta de minúsculas olas
borra lo que nunca fue
sino proyección de mi febril deseo de recuperarte,
poeta.

Llueve sobre tus párpados cerrados
con espuma de sonrisas ahora rotas.
Algunas fueron mías.
Y pestañeas dentro de la conjetura:
sigues siendo tú.

Por mi mano aún resbala tu mejilla.

El goteo de tu rostro sobre el firme me aquilata.
Engarzada en el espejo te observo, ubicua.
Mis ojos no te ven.

Ya no estoy aquí.
Pero no importa.

Ellos leían a Quino cuando yo te disfrazaba de números,
y, sobresaltada, te hacía cifra irreverente,
descubierta, que no prendida.
¡Cuántas veces yaciste, sin saberlo, con la trigonometría!

Y luego, entre el embozo de mi oreja
y la luz de una linterna,
cuánto bostezaste ya leído, ya sabido.
Siempre escoltado por versillos en los márgenes,
derramado entre los dedos que te subrayaban…
La risa de tus palabras mezcladas con mi hipo
y el dolor de las entrañas.
Una vez fui mujer, y tú, cómo no, lo supiste.

Y llegó el momento de encontrarnos.
En mí temblando la alegría de la ignorancia.
¡No saber que eras tú!
Te acercaste con tu taza de café en la mano sentida.
Yo te di unas galletas.
Sólo gracias.

Eras de carne.
Los poetas también meriendan.

Despacio, avanzando aún por caminos transitables
en los que mis pies te pisaban las huellas,
buscándote sin saberte,
encontrándote donde no te buscaba.
Y te rocé esos dedos ya pecosos.
Y no caí fulminada.
Jugando con la sangre
de la sangre de tus venas,
me perdía en espirales desgranadas:
conversaciones entre gatos y nubes.
La niña Susana.

Y me enseñaron tus fotos inéditas
ahogado por un mar de nietos.
Esta es tu hija. Esta, tu mujer.
También entonces conocí a mamí.
Qué rápido me hizo suya.

Sí, te he conocido.
Y tú has dicho mi nombre.

Descansa, viejo amigo.
Duérmete otra vez.

He vuelto la vista atrás
por si había algún camino a mi espalda.
Te ví en aquel charco callejero
mientras buscaba a la que me habita.

Los dos con la cara mojada.

Sigue siendo llanamente el gato
ese gato que siempre hubo
y que siempre estuvo en ti.

Buenas noches, Gerardo Diego.
Buenas noches, al fin.

Gatita de Mitxel    Elegía a un poeta amigo, 1991


combates…

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A batallas de amor, campo de plumas

Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.

Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
entre los utensilios de la noche.

Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.

Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.

Rastros
hostiles reptan entre un cúmulo
de trofeos y escorias, amortiguan
la inerme acometida de los cuerpos.
A batallas de amor campo de plumas.

José Manuel Caballero Bonald

 


ansiedades…

ansiedades

 

El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o huir.

Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.

Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.

Es ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.

Es el amor con sus mitologías, con su pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Jorge Luis Borges
El oro de los tigres (1972)


esperas…

silla

 

Confesiones

Yo te estaba esperando.
Más allá del invierno, en el cincuenta y ocho,
de la letra sin pulso y el verano
de mi primera carta,
por los pasillos lentos y el examen,
a través de los libros, de las tardes de fútbol,
de la flor que no quiso convertirse en almohada,
más allá del muchacho obligado a la luna,
por debajo de todo lo que amé,
yo te estaba esperando.
Yo te estoy esperando.
Por detrás de las noches y las calles,
de las hojas pisadas
y de las obras públicas
y de los comentarios de la gente,
por encima de todo lo que soy,
de algunos restaurantes a los que ya no vamos,
con más prisa que el tiempo que me huye,
más cerca de la luz y de la tierra,
yo te estoy esperando.
Y seguiré esperando.
Como los amarillos del otoño,
todavía palabra de amor ante el silencio,
cuando la piel se apague,
cuando el amor se abrace con la muerte
y se pongan mas serias nuestras fotografías,
sobre el acantilado del recuerdo,
después que mi memoria se convierta en arena,
por detrás de la última mentira,
yo seguiré esperando.

Luis García Montero

 


tristezas…

tristezas

Triste nº 1

Por la memoria vagamos descalzos
seguimos el garabato de la lluvia
hasta la tristeza que es el hogar destino
la tristeza almacena los desastres del alma
o sea lo mejorcito de nosotros mismos
digamos esperanzas sacrificios amores.

A la tristeza no hay quien la despoje
es transparente como un rayo de luna
fiel a determinadas alegrías.

Nacemos tristes y morimos tristes
pero en el entretiempo amamos cuerpos
cuya triste belleza es un milagro.

Vamos descalzos en peregrinación
triste tristeza llena eres de gracia
tu savia dulce nos acepta tristes.

El garabato de la lluvia nos conduce
hasta el hogar destino que siempre has sido
tristeza enamorada y clandestina

Y allí rodeada de tus frágiles dogmas
de tus lágrimas secas de tu siglo de sueños
nos abrazas como anticipo del placer.

Mario Benedetti


tactos…

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Cómo me vas a explicar…

¿Cómo me vas a explicar,
di, la dicha de esta tarde,
si no sabemos porqué
fue, ni cómo, ni de qué
ha sido,
si es pura dicha de nada?
En nuestros ojos visiones,
visiones y no miradas,
no percibían tamaños,
datos, colores, distancias.
De tan desprendidamente
como estaba yo y me estabas
mirando, más que mirando,
mis miradas te soñaban,
y me soñaban las tuyas.
Palabras sueltas, palabras,
deleite en incoherencias,
no eran ya signo de cosas,
eran voces puras, voces
de su servir olvidadas.
¡Cómo vagaron sin rumbo,
y sin torpeza las caricias!
Largos goces iniciados,
caricias no terminadas,
como si aun no se supiera
en qué lugar de los cuerpos
el acariciar se acaba,
y anduviéramos buscándolo,
en lento encanto, sin ansia.
Las manos, no era tocar
lo que hacían en nosotros,
era descubrir; los tactos
nuestros cuerpos inventaban,
allí en plena luz, tan claros
como en la plena tiniebla,
en donde sólo ellos pueden
ver los cuerpos,
con las ardorosas palmas.
Y de estas nadas se ha ido
fabricando, indestructible,
nuestra dicha, nuestro amor,
nuestra tarde.
Por eso no fue nada,
sé que esta noche reclinas
lo mismo que una mejilla
sobre este blancor de plumas
-almohada que ha sido alas-
tu ser, tu memoria, todo,
y que todo te descansa,
sobre una tarde de dos,
que no es nada, nada, nada.

Pedro Salinas

 


memorias…

memorias

 

¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria…

¿Recuerdas aquel cuello, haces memoria
del privilegio aquel, de aquel aquello
que era, almenadamente blanco y bello,
una almena de nata giratoria?

Recuerdo y no recuerdo aquella historia
de marfil expirado en un cabello,
donde aprendió a ceñir el cisne cuello
y a vocear la nieve transitoria.

Recuerdo y no recuerdo aquel cogollo
de estrangulable hielo femenino
como una lacteada y breve vía.

Y recuerdo aquel beso sin apoyo
que quedó entre mi boca y el camino
de aquel cuello, aquel beso y aquel día.

Miguel Hernández

 


nostalgias…

 

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche…

Ocurre a veces, en las calladas horas de la noche,
al filo mismo de la madrugada,
tras el telón caído de la euforia y del vino.

Unos ojos parpadean, se abren,
nos miran con su última transparencia
y un instante a nuestro lado
su doloroso transcurrir, su apretado paisaje de ternura
muestran, como un mendigo o un esclavo,
la humillada quietud de su tristeza.

Entonces, cuando no hay una sola palabra que decir,
con la avidez que lleva en sí lo fugitivo,
besar, unirse en la húmeda tibieza,
en empapada, áspero de arcilla de otra boca,
donde nada al fin y todo nos pertenece.

Después, igual que el viento
agitando fugaz unas cortinas
la claridad de la mañana nos muestra,
desvelar un instante en la memoria
aquello que una noche, una mirada,
la destruida posesión de unos labios, nos dio.

Lo que ahora ciego tropieza, resbala
por la gastada pared del corazón,
aferrándose terco hacia la muerte,
desplomándose sordo hacia el olvido.

Juan Luis Panero
«A través del tiempo» 1968