El lamento de Dor-lómin

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expresiones…

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Te quiero…

Te quiero.

Te lo he dicho con el viento
jugueteando tal un animalillo en la arena
o iracundo como órgano tempestuoso;

te lo he dicho con el sol,
que dora desnudos cuerpos juveniles
y sonríe en todas las cosas inocentes;

te lo he dicho con las nubes,
frentes melancólicas que sostienen el cielo,
tristezas fugitivas;

te lo he dicho con las plantas,
leves caricias transparentes
que se cubren de rubor repentino;

te lo he dicho con el agua,
vida luminosa que vela un fondo de sombra;
te lo he dicho con el miedo,

te lo he dicho con la alegría,
con el hastío, con las terribles palabras.
Pero así no me basta;
más allá de la vida
quiero decírtelo con la muerte,
más allá del amor
quiero decírtelo con el olvido.

Luis Cernuda

 


lamentos…

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Canción de medianoche

Esta noche de octubre es de luna redonda.
Estoy sola, llorosa, pegada a tu recuerdo.
Han escrito tu nombre las estrellas errantes
y he cogido tu voz con la red de los vientos.

Flota un olor agreste con resabios marinos,
las sombras se amontonan en rincones de miedo,
algo secreto emerge de las cosas dormidas
y las horas se alargan en la curva del tiempo.

Mis ojos de vigilia captan todo el paisaje:
el cono del volcán, los llanos y los cerros,
la vereda entre zarzas, los arbustos floridos
y las palmeras altas de penachos violentos.

Se oye el glu-glu monótono del agua escurridiza
que en la hondonada cuaja su espejito de invierno,
el golpe de la fruta al caer de la rama
y el zumbido perenne de la ronda de insectos.

Mariposas ocultas tiñen sus alas frágiles,
el zenzontle del alba esconde su gorjeo,
y entre espesas cortinas de bejucos fragantes
la paloma morada sueña rumbos de vuelo.

Por etéreos caminos los anhelos se encumbran
y en los cuatro horizontes dan vueltas en silencio.
¿Quién escucha el mensaje de las almas que lloran?
¿Quién recoge en el aire los suspiros dispersos?

Trato de reconstruirte con vaguedad de líneas,
pero te desvaneces y te alejas, huyendo…
¿En qué niebla distante has escondido el rostro?
¿En qué lugar remoto ha caído tu cuerpo?

Esta noche podría quererte más que nunca:
hay en mi corazón humilde vencimiento;
tiembla en la mano izquierda la caricia de espera
y queda el beso tibio en los labios suspenso.

Te ofrendaría el hondo latido de mi impulso,
mi canto de belleza y mi gajo de ensueño,
y una ternura clara, como río de gracia,
colmaría de encanto la cuenca de mi pecho.

Pero ya ves: el ansia ha de quedarse trunca
aunque estire el amor sus brazos pedigüeños.
Y he de pasar la noche, bajo la luna de ámbar,
hilvanando tristezas y contando luceros.

Claudia Lars

 


irrefrenables…

irrefrenables

El laberinto

Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Aunque al principio, al relumbrar su cuello
en la puerta fugaz de aquel hotel
(creo que podía ser el Miguel Ángel,
y había un piano-bar), jamás me habría creído
que era posible entrar con tanta suerte
ni en ningún otro hotel, ni en cualquier otra parte.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Y el brillo se quedó dentro del pecho,
como un tibio dolor del corazón.
Poco después moriste, pero ya pude ver
que había una hebra invisible, un deseo capilar,
en ti y en ella,
de no tener más freno que la muerte.
Y se lo dije entonces, quizá hasta un poco antes:
eres como un cachorro de león asustada.
Tú sólo tienes miedo de tener
ese miedo más grande que la vida.
Eres como un cachorro de león asustada,
porque un león no se rinde,
no cesa ni claudica,
se encrespa en la batalla,
apenas retrocede
y muere de un impulso o ruge y toma aliento
y vence a dentelladas.
Me gustaría decirte que fue fácil.
Me gustaría decirte que aún es fácil.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.

Joaquín Pérez Azaústre
De «Las Ollerías» 2011
Premio Loewe de poesía 2011

 


barnices…

barnices

Esto ya va mejor…

Esto ya va mejor.
Ya no le tengo miedo.

Y me complace que usted,
como quien no quiere la cosa,
haya fijado el barniz de sus ojos en mis piernas.

Almudena Guzmán

 


#ni una menos…

ni una menosUn día pasóu un neno…

Un día pasóu un neno
levando antre os labres
un ronsel de axóuxeres,
e ninguén o escoitóu.
Outro día pasóu un home
coa lúa ó lombo
pra sementala no peito,
e ninguén lle falóu.
No outro día pasóu un vello,
malferido de anguria
e mollado de noxo,
e ninguén o miróu.
…E onte, unha muller,
orballada de medo,
pasóu correndo
sin voltar a faciana, berrando,
espantada pola morte,
e ninguén a choróu.

María do Carme Kruckenberg

Un día pasó un niño…

Un día pasó un niño
llevando entre los labios
una estela de cascabeles
y nadie lo escuchó.
Otro día pasó un hombre
con la luna a la espalda
para sembrarla en el pecho,
y nadie le habló.
En otro día pasó un viejo,
malherido de angustia
y mojado de asco,
y nadie lo miró.
… Y ayer, una mujer,
rociada de miedo,
pasó corriendo
sin volver la cara, gritando,
espantada por la muerte,
y nadie la lloró.

Maria do Carme Kruckenberg
Versión de Mitxel Viteri


reflejos…

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Retrato de mujer

Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.

Te juré no escribirte; por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice  el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que nunca me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.

Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.

No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz de arcángel y una boca de animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.

Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas como inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí mujer, te dejo tu figura.

Gonzalo Rojas

 


oscuridades…

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Otra vez a soñar desde el oscuro…

Otra vez a soñar desde el oscuro
imposible por qué, mano tendida,
intentando apresar amor y vida,
fijarle a lo inseguro lo seguro.

Otras veces cabalgando hacia tu muro,
soledad que me tiras de la brida,
seguidora incansable de mi huida,
vencedora en la lucha en que perduro.

Otra vez a mirar arena y cielo
en tu playa sin fin siempre desnuda,
bebiéndome el silencio que te nombra.

Otra vez como ayer perdido el vuelo
por el salto hacia atrás de miedo y duda,
seguida y seguidora de tu sombra.

Concha Lagos

 


individualismos…

diferente.jpg

 

“El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo”.

Friedrich Nietzsche

 


soledades…

silla-vaciaAusencia

Es menester que vengas,
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho,
y torno a ser el hombre abandonado
que antaño fui, mujer, y tengo miedo.

¡Qué sabia dirección la de tus manos!
¡Qué alta luz la de tus ojos negros!
Trabajar a tu lado, ¡qué alegría!;
descansar a tu lado, ¡qué sosiego!

Desde que tú no estás no sé cómo andan
las horas de comer y las del sueño,
siempre de mal humor y fatigado,
ni abro los libros ya, ni escribo versos.

Algunas estrofillas se me ocurren
e indiferente, al aire las entrego.
Nadie cambia mi pluma si está vieja
ni pone tinta fresca en el tintero,
un polvillo sutil cubre los muebles
y el agua se ha podrido en los floreros.

No tienen para mí ningún encanto
a no ser los marchitos del recuerdo,
los amables rincones de la casa,
y ni salgo al jardín, ni voy al huerto.
Y eso que una violenta Primavera
ha encendido las rosas en los cercos
y ha puesto tantas hojas en los árboles
que encontrarías el jardín pequeño.

Hay lilas de suavísimos matices
y pensamientos de hondo terciopelo,
pero yo paso al lado de las flores
caída la cabeza sobre el pecho,
que hasta las flores me parecen ásperas
acostumbrado a acariciar tu cuerpo.

Me consumo de amor inútilmente
en el antiguo, torneado lecho,
en vano estiro mis delgados brazos,
tan sólo estrujo sombras en mis dedos…

Es menester que vengas;
mi vida, con tu ausencia, se ha deshecho.
Ya sabes que sin ti no valgo nada,
que soy como una viña por el suelo,
¡álzame dulcemente con tus manos
y brillarán al sol racimos nuevos.

Baldomero Fernández Moreno

 


soledades…

callesoledad

 

Caminata

Olorosa como un mate curado
la noche acerca agrestes lejanías
y despeja las calles
que acompañan mi soledad,
hechas de vago miedo y de largas líneas.
La brisa trae corazonadas de campo,
dulzura de las quintas, memorias de los álamos,
que harán temblar bajo rigideces de asfalto
la detenida tierra viva
que oprime el peso de las casas.
En vano la furtiva noche felina
inquieta los balcones cerrados
que en la tarde mostraron
la notoria esperanza de las niñas.
También está el silencio en los zaguanes.
En la cóncava sombra
vierten un tiempo vasto y generoso
los relojes de la medianoche magnífica,
un tiempo caudaloso donde todo soñar halla cabida,
tiempo de anchura de alma, distinto
de los avaros términos que miden
las tareas del día.
Yo soy el único espectador de esta calle;
si dejara de verla se moriría.
(Advierto un largo paredón erizado
de una agresión de aristas
y un farol amarillo que aventura
su indecisión de luz.
También adivierto estrellas vacilantes.)
Grandiosa y viva
como el plumaje oscuro de un Ángel
cuyas alas tapan el día,
la noche pierde las mediocres calles.

Jorge Luis Borges
de Fervor de Buenos Aires

 


señales…

 

The Smiths – There is a light that never goes out

Sácame esta noche
Donde haya música y gente
Y sean jóvenes y vivos
Conduciendo en tu coche
Yo nunca nunca quiero ir a casa
Porque no tengo
Ya nunca más

Sácame esta noche
Porque quiero ver gente y
Quiero ver vida
Conduciendo en tu coche
Oh, por favor no me dejes en casa
Porque no es mi hogar, es el de ellos
Y ya no soy más bienvenido

Y si un autobús de dos pisos
Choca con nosotros
Morir a tu lado
Es una manera tan celestial de morir
Y si un camión de diez toneladas
Nos mata a los dos
Morir a tu lado
Bien, el placer, el privilegio es mío

Sácame esta noche
Llévame a cualquier lado, no me importa
No me importa, no me importa
Y en el oscuro pasadizo
Pensé oh Dios, mi oportunidad ha llegado por fin
Pero entonces un extraño miedo me paralizó y
simplemente no pude preguntar

Sácame esta noche
Llévame a cualquier sitio, no me importa
No me importa, no me importa
Conduciendo en tu coche
Yo nunca nunca quiero ir a casa
Porque no tengo
Oh, no tengo una

Y si un autobús de dos pisos
Choca con nosotros
Morir a tu lado
Es una manera tan celestial de morir
Y si un camión de diez toneladas
Nos mata a los dos
Morir a tu lado
Bien, el placer, el privilegio es mío

Oh, hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga
Hay una luz y nunca se apaga

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The Smiths – There is a light that never goes out

Take me out tonight
Where there’s music and there’s people
And they’re young and alive
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven’t got one
Anymore

Take me out tonight
Because I want to see people and
I vant to see life
Driving in your car
Oh, please don’t drop me home
Because it’s not my home, it’s their home,
and I’m welcome no more

And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure, the privilege is mine

Take me out tonight
Take me anywhere, I don’t care
I don’t care, I don’t care
And in the darkened underpass
I thought Oh God, my chance has come at last
But then a strange fear gripped me and
I Just couldn’t ask

Take me out tonight
Oh, take me anywhere, I don’t care
I don’t care, I don’t care
Driving in your car
I never never want to go home
Because I haven’t got one…
Oh, I haven’t got one

And if a double-decker bus
Crashes into us
To die by your side
Is such a heavenly way to die
And if a ten-ton truck
Kills the both of us
To die by your side
Well, the pleasure, the privilege is mine

Oh, There is a light and it never goes out,
There is a light and it never goes out
There is a light and it never goes out


tentaciones…

Ahora, amiga mía…

Ahora, amiga mía
que una flor de papel preside el aire,
que el aire se deshace en dulces pétalos
de jadeante miel en tus rodillas,
ahora que no hablamos del otoño
ya nunca más
para no tropezar con tu mirada,
ahora que te adentras por la vida,
ligera, según dices,
desposeída al fin de prejuicios,
ideas recibidas, tiempo estéril,
incomprensibles normas y principios,
ay -ahora
que la virginidad navega todavía
como un barco vacío por oscuros telares,
por intactos desvanes y sueños sin sentido,
qué hacer en medio de la tarde,
cómo entregarse sin terror de pronto
y cómo confesar que detrás de tu lecho
odiosa la inocencia,
inservibles los claros pensamientos,
traicionan palabras aprendidas
en revistas de moda, tópicos de vanguardia,
digo, tópicos que tan libre te hacen,
aunque no de ti misma,
aunque no de tu vientre inopinado
donde súbito baja,
feroz y sofocante, el duro golpe
del corazón.

Qué tierna insensatez la de estar solos,
la del estremecimiento vergonzoso
ante la voz del hombre
Y el no estar a la altura de las propias palabras
con esfuerzo aprendidas,
pues ahora
bien sencillo sería el acto del amor
sin aquel eco
soez de sumergidas tradiciones
no expurgadas a tiempo,
ahora que la misma indiferencia
de las frases audaces y ante oídas
del loro varonil tan propicia parece,
si la conversación no fuera ya pretexto,
argumento de un miedo mal oculto
a no saber qué hacer en este trance.

Demasiado tarde vuelves
a recaer en frases y agudezas,
mientras escondes el temblor que sube,
absurdamente provinciano y burdo,
de niña de agua dulce,
desusada y antigua, hasta tus labios,
mientras repites al pic-up la misma
canción francesa que nos gusta tanto,
que nos hace sentir más al corriente,
casi no necios ni burgueses tristes.

Qué fácil fuera ahora desnudarse,
dejar caer el velo simplemente
sin el terror oscuro que te ata
a los núbiles senos,
qué fácil fuera acaso si no fuera
por la flor jadeante de papel amarillo
que preside la tarde,
por el desasosiego súbito que oprime
hasta el dolor tu tímida cintura
por la imposible confesión aciaga
de tu añeja inocencia,
por el urbano gesto
de loro aclimatado a otras regiones
con que el varón disfraza su animal procedencia,
por los pasos de alguien que se acerca,
por el timbre que suena
como un ángel guardián ( te ruboriza
sin poder evitarlo el pensamiento )
y la ocasión disuelve, mientras tú más segura
recuperas ingenio y frases hechas,
piensas que, al fin y al cabo, volverá a repetirse,
prefabricada como es, y entonces
no dudarás en entregarte,
entonces-
es decir, sin que llegue
el deseo a pasión ni la pasión a amor
ni el hálito terrible del amor
al abrasado borde de tu cuerpo.

José Angel Valente

 


intimidades…

 

Apuro sediento tu tierno gemido…

Apuro sediento tu tierno gemido,
tu intimidad que me embriaga
y ardiente, la lengua del dulce deseo,
pasión cuyo vino no sacia.
Pero corta con ese relato,
oculta, calla tu sueño:
su llama que quema yo temo,
tengo miedo de saber tu secreto.

Alexandr Pushkin 1828
Versión de Rubén Flórez Arcila

 


encuentros…

El espejo

Me instalo frente a ti, miro tus ojos
y vigilo el espacio donde tu voz me busca.
Me estremece el dolor del encuentro imprevisto,
la sed con que te acercas al borde de mi sombra,
el hueco que descubres en la luz de mi espejo.
La soledad me arropa. Sólo en la noche existo.
Y nunca me detengo sobre el mismo minuto
en el que tú te apoyas para seguir llamándome.
Suéñame de otro modo. Sacude el saco triste
del idioma heredado. Cuéntale a las palabras
las historias oscuras que sólo tú conoces;
diles cómo te asusta mi presencia y mi odio,
cuánta muerte te cuesta acariciar mi huida.
A veces, en el centro mismo de tu pregunta,
me reconozco y corro hacia otra oscuridad:
es amargo encontrar al final de un abrazo
mi propio grito erguido y mi propio deseo.
Por eso me divido, me desdoblo y me hundo
en heridas distintas: me da miedo encontrarte.
Tu sonido es el mío. Tu tristeza, tus ropas
saben a mí, y me escuece el recuerdo adherido
al tiempo conciliado, al tiempo único
en que la conjunción habitó nuestras sangres.

Eloy Sánchez Rosillo
España, 1948
De «Maneras de estar solo»