El lamento de Dor-lómin

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Sí tú me olvidas…

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QUIERO que sepas
una cosa…

Tú sabes cómo es esto:
si miro
la luna de cristal, la rama roja
del lento otoño en mi ventana,
si toco
junto al fuego
la impalpable ceniza
o el arrugado cuerpo de la leña,
todo me lleva a ti,
como si todo lo que existe,
aromas, luz, metales,
fueran pequeños barcos que navegan
hacia las islas tuyas que me aguardan.

Ahora bien,
si poco a poco dejas de quererme
dejaré de quererte poco a poco.

Si de pronto
me olvidas
no me busques,
que ya te habré olvidado.

Si consideras largo y loco
el viento de banderas
que pasa por mi vida
y te decides
a dejarme a la orilla
del corazón en que tengo raíces,
piensa
que en ese día,
a esa hora
levantaré los brazos
y saldrán mis raíces
a buscar otra tierra.

Pero
si cada día,
cada hora
sientes que a mí estás destinada
con dulzura implacable.
Si cada día sube
una flor a tus labios a buscarme,
ay amor mío, ay mía,
en mí todo ese fuego se repite,
en mí nada se apaga ni se olvida,
mi amor se nutre de tu amor, amada,
y mientras vivas estará en tus brazos
sin salir de los míos.

 

Pablo Neruda.


inicios…

inicios

Primera velada

Desnuda, casi desnuda;
y los árboles cotillas
a la ventana arrimaban,
pícaros, su fronda pícara.

Asentada en mi sillón,
desnuda, juntó las manos.
Y en el suelo, trepidaban,
de gusto, sus pies, tan parvos.

-Vi cómo, color de cera,
un rayo con luz de fronda
revolaba por su risa
y su pecho -en la flor, mosca ,

-Besé sus finos tobillos.
Y estalló en risa, tan suave,
risa hermosa de cristal.
desgranada en claros trinos…

Bajo el camisón, sus pies
-¡Basta, basta!» -se escondieron.
-¡La risa, falso castigo
del primer atrevimiento!

Trémulos, pobres, sus ojos
mis labios besaron, suaves:
-Echó, cursi, su cabeza
hacia atrás: «Mejor, si cabe…!

Caballero, dos palabras…»»
-Se tragó lo que faltaba
con un beso que le hizo
reírse… ¡qué a gusto estaba!

-Desnuda, casi desnuda;
y los árboles cotillas
a la ventana asomaban,
pícaros, su fronda pícara.

Arthur Rimbaud
Versión de Andrés Holguín

 


riquezas…

riquezas

Elogio del estar

Dulce es morir a veces de tu cuerpo,
dulce resucitar en tu mirada.

Dulce el crujir de la luz que abre las horas,
dulce la espera, dulces los estambres
que reparte tu mano tibiamente. Apenas
hace falta decirlo. quizá sólo
depositar las palabras en el quicio
de una ventana, donde las encuentres.

En definitiva: muy rico soy de ti,
hay música en el aire y en la cama,
todo valió la pena.

Jorge Riechmann

 


luces y sombras…

luces y sombras

Amanecer cordial

Ah, no abras la ventana todavía,
es tan vulgar el sol!… La luz incierta
conviene tanto a mi melancolía…
me fastidia el rumor con que despierta
la gran ciudad… Es tan vulgar el día!…

Y ¿para qué la luz? …En la discreta
penumbra de la alcoba hay otro día
dormido en tus pupilas de violeta…
Un beso más para mi boca inquieta…
Y no abras la ventana todavía!

Medardo Ángel Silva
De «Baladas, Reminiscencias y otros» 1916 – 1917

 


pianos…

piano1Aria de antaño

                       «Son joyeux, importum, d’un clavecin sonore»
                    Petrus Borel

Lucen vagamente las teclas del piano
a la luz del suave crepúsculo rosa,
y bajo los finos dedos de su mano

un aire de antaño canta y se querella
en la diminuta cámara suntuosa
en donde palpitan los perfumes de Ella.

Un plácido ensueño mi espíritu mece
mientras que el teclado sus notas desgrana;
¿por qué me acaricia, por qué me enternece

esa canción dulce, llorosa e incierta
que apaciblemente muere en la ventana
a las tibias auras del jardín abierta…?

Paul Verlaine
Versión de Eduardo Castillo


partidas…

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Lágrimas que dejé tras la montaña…

Lágrimas que dejé tras la montaña.
Ojos que no veré sino en la muerte.
A través del adiós, ¿quién me acompaña
si mis ojos que ven no pueden verte?
Lágrimas y ojos que estarán mañana
tan atrás del ayer.
Aquí, donde no se abre la ventana:
aquí la tierra mana
lágrimas y ojos que no te han de ver.

Miguel Arteche


instantes…

 

Mañana de ayer, de hoy

Es la lluvia sobre el mar.
En la abierta ventana,
contemplándola, descansas
la sien en el cristal.

Imagen de unos segundos,
quieto en el contraluz
tu cuerpo distinto, aún
de la noche desnudo.

Y te vuelves hacia mí,
sonriéndome. Yo pienso
en cómo ha pasado el tiempo,
y te recuerdo así.

Jaime Gil de Biedma