El lamento de Dor-lómin

Archivo para 16 julio, 2015

En-a-derezada…

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Al otro lado de la espina dorsal,
donde quedó olvidada la tímida falta de compostura,
vuelan, y alto ahora,
las feromonas de la memoria y tu disciplina.
Con los pies en las rodillas,
y el corazón en las manos, detenido,
sólo la espiral de aire contenido
mantiene mi cuerpo erguido,
por dentro y por fuera,
honestamente ataviado de tu verdad tañedora.
Hacer de exoesqueleto tu voz rasgueada
y de palabras dos brazos y más de madera,
toma el tiempo de romper el sonido
con un silencio de espectadora urgencia.
Desde mis entrañas hasta mi pelo
hay universos de piel en franco oleaje.
Pero de todo, de todo lo que construyes
en esta pequeña torre de Babel felina,
el lenguaje que pervive sobre los demás
inclina mi frente, eleva mi alma
y arquea de curvas gemidas
la cruda realidad de un erotismo descarnado.
A peldaños asciendes aquel silencio.
El de las bocas, el de la mente.
Y no es en la piel donde has tejido
esta escalera de verdades pellizcadas.

Cuando las cuñas que mantienen el árbol,
de jadeos suspendido,
se van de un golpe,
de un manotazo, con un alarido,
lo que queda en el aire
entre tú y yo,
entre la que era y la que has esculpido,
es una larga costura de adioses,
que dan la bienvenida
a mil pequeñas muertes.
Y así es como me regresas,
a mí misma,
en un río que no cesa.

Cada muelle ya laxo y sus dedos de madera
yacen descuidados, ya olvidados,
junto a la piel muerta
de la que era antes de estar viva.
Aún queda, sin embargo,
una costura cerrada cuyos hilos no sujetas.
Y combada entera, ya sin huesos,
apenas coherente,
dejo libre el hilo maestro
de lo que siempre será mío y sólo mío:
la libertad de entregarte con un gracias
la misma libertad de pertenecerte.

Gatita de Mitxel, 16 de julio de 2015