trenzados…
Entrega a su amada unos versos
Sujeta tu pelo con horquilla de oro,
y recoge esas trenzas vagabundas.
Pedí a mi corazón que hiciera estos pobres versos:
en ellos trabajó día tras día
una triste hermosura edificando
con restos de batallas de otros tiempos.
Con sólo levantar la perla de tu mano,
ceñir tu largo pelo y suspirar,
corazones de hombres laten y arden;
y la espuma cual cirio sobre la arena opaca
y estrellas remontando el cielo con rocío,
sólo viven para iluminar tus pies que pasan.
William Butler Yeats
Versión de Enrique Caracciolo Trejo
germinaciones…
El fruto redondo
Sí, también yo quisiera ser palabra desnuda.
Ser un ala sin plumas en un cielo sin aire.
Ser un oro sin peso, un soñar sin raíces,
un sonido sin nadie…
Pero mis versos nacen redondos como frutos,
envueltos en la pulpa caliente de mi carne.
Ángela Figuera Aymerich
voces…
Cómo ha de ser tu voz…
Ten una voz, mujer,
que pueda
decir mis versos
y pueda
volverme sin enojo, cuando sueñe
desde el cielo a la tierra…
Ten una voz, mujer,
que cuando me despierte no me hiera…
Ten una voz, mujer, que no haga daño
cuando me pregunte: ¿qué piensas?
Ten una voz, mujer,
que pueda
cuando yo esté contando
las estrellas
decirme de tal modo
¿qué cuentas?
que al volver hacia ti los ojos
crea
que pasé contando
de una estrella
a otra estrella.
Ten una voz, mujer, que sea
cordial como mi verso
y clara como una estrella.
León Felipe
remembranzas…
Canción para la esposa ajena
Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta,
sin que nadie descubra cuál relata su historia,
pues será simplemente, los versos de un poeta,
tras de arrancar la página de la dedicatoria…
Y pasarán los años… Pero acaso algún día,
o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho,
abrirás la gaveta – como una rebeldía,
y leerás mi libro- tal vez como un despecho.
Y brotará un perfume de una ilusión suprema
sobre tu desencanto de esposa abandonada.
Y entonces con orgullo, marcarás la página…
y guardarás mi libro debajo de la almohada.
José Ángel Buesa
Homenaje a todos los poetas anónimos que dejan caer versos al azar
Ruedo y caigo y fenezco y renazco
y nadie sabe del amor que me anida.
Tinta de noches solitarias y ebrias
que calientan los dedos
de mi pobre, muy pobre, Hacedor.
Soy viajero de bolsillos apolillados,
conozco las vetas de mil y una mesas,
me visto de los aromas
de mil y una derramadas cervezas.
Una vez fui parte de un todo.
Poemario viejo y deslucido
a base de susurros roncos
declamado…
Hoy me beso a mí mismo en arrugas
de una mano indiferente,
que apenas me ha leído.
Y me sabré barrido, viajado, recorrido.
Y quizás acampen mis viejos huesos
en un nuevo bolsillo
que necesite mi esperanza
de amoroso poema desvestido.
Dónde está mi dueño azaroso.
Dónde el motivo de su ausencia.
Esta noche hace frío,
ni calor de lumbre para un cigarro seré.
Esférico el lomo del espinazo
me han dejado.
Y, sin saberlo,
dos versos así han juntado…
«Recógeme, amor…
…porque estoy extraviado»
Gatita de Mitxel, 13 de junio 2014
poetas…
De poeta a poeta
Sabes -y sueles- hacer el amor
como el poeta construye sus versos:
con acordada mezcla
de pasión y sistema
(y no digo artificio),
de música, entusiasmo,
intuición y saber.
Precisas emociones
las transformas en ritmo
y melodiosa fantasía
enriquece tus gestos;
sabrosa perversión
los enloquece.
Cuando estás inspirada, que es bastante a menudo,
me transportas a límites nunca antes alcanzados.
De poeta a poeta:
enhorabuena.
¿Cómo podría hacerme
con tus obras completas?
Jesús Munárriz
«Esos tus ojos» 1981
dualidades…
Casida de la alta madrugada
Cuando te acuerdes de mi cuerpo
y no puedas dormir
y te levantes medio desnuda
y camines a tientas por tus habitaciones
borracha de estupor y de rabia
en algún lugar de la Tierra
yo andaré insomne por algún pasillo
careciendo de ti toda la noche
oyéndote ulular muy lejos y escribiendo
estos versos degenerados.
Félix Grande
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