ósculos…
Entre los tibios muslos te palpita…
Entre los tibios muslos te palpita
un negro corazón febril y hendido
de remoto y sonámbulo latido
que entre oscuras raíces se suscita;
un corazón velludo que me invita,
más que el otro cordial y estremecido,
a entrar como en mi casa o en mi nido
hasta tocar el grito que te habita.
Cuando yaces desnuda toda, cuando
te abres de piernas ávida y temblando
y hasta tu fondo frente a mí te hiendes,
un corazón puedes abrir, y si entro
con la lengua en la entrada que me tiendes,
puedo besar tu corazón por dentro.
Tomás Segovia
reflejos…
Desnuda aún, te habías levantado…
Desnuda aún, te habías levantado
del lecho, y por los muslos te escurría,
viscoso y denso, tibio todavía,
mi semen de tu entrada derramado.
Encendida y dichosa, habías quedado
de pie en la media luz, y en tu sombría
silueta, bajo el sexo relucía
un brillo astral de mercurio exudado.
Miraba el tiempo absorto, en el espejo
de aquel instante, una figura suya
definitiva y simple como un nombre:
mi semen en tus muslos, su reflejo
de lava mía en luz de luna tuya
alba geológica en mujer y hombre.
Tomás Segovia
evocaciones…
Contra mi tacto evocador me afano…
Contra mi tacto evocador me afano.
Con los más duros y ásperos pertrechos
he trabajado hasta dejar deshechos
por el hierro los dedos de esta mano.
Los quiero embrutecer, pero es en vano;
en sus fibras más íntimas, maltrechos,
aún guardan la memoria de tus pechos,
su tibia paz, su peso soberano.
Ni violencias ni cóleras impiden
que fieles y calladas a porfía
mis manos sueñen siempre en su querencia,
ni mil heridas lograrán que olviden
que acariciaron largamente un día
la piel del esplendor y su opulencia.
Tomás Segovia
ciclos…
Algo debe morir cuando algo nace…
Algo debe morir cuando algo nace;
debe ser sofocado, y su sustancia
chupada para ser riego o lactancia
en que otro ser su urgencia satisface.
No habrá otra hora pues en que te abrace
mientras muerdo en la cándida abundancia
de tus dos pechos; no habrá ya otra instancia
en que tu cuerpo con mi cuerpo enlace;
no penetraré más en la garganta
anfractuosa de tu sexo alpino.
Tú a otra luz amaneces; yo declino.
Mi degollado ardor tu altar levanta,
mi reprimida hambre te alimenta,
y el yermo de mi lecho te cimenta.
Tomás Segovia
Comentarios recientes